miércoles, 8 de septiembre de 2010

Las variables de la acción

Iliana gonzalez tovar
200920535

Se trasluce que la inclusión de la variable religiosa no debe culminar tanto en una clasificación trivialmente dicotomizadora de las sociedades supuestamente laicas y las que son, sino dilucidar las instancias religiosas lejanas o próximas de cada configuración política. Como lo mostraron Max Weber y Louis Dumont.
Por un lado, la idea de la salud personal de la que se deriva el individualismo europeo no nació con el cristianismo o el protestantismo; se remonta a los orígenes del hinduismo y el budismo. Por otra parte, la salud y la religión individualista corresponden, en el caso de la India, al ideal del renunciante, el cual sólo se redime si escapa de la corrupción de los asuntos terrestres y sobre todo políticos. En este nivel no ve el menor obstáculo ara que los creyentes de la India se sometan a gobernantes o señores pertenecientes a otra fe.
Otro caso de relación compleja y paradójica entre la fe y la políticas es el Judaísmo, en sus orígenes esta relación sin duda se encuentra dominada por la estrecha sumisión del pueblo elegido, de sus guías y de sus reyes, a la voluntad explícita de un Dios único. Gracias a esta ferviente obligación prevalece la identidad religiosa del pueblo judío. Esto no impide que la subordinación judaica de lo político el designio divino adopte características exageradamente específicas y finalmente contradictorias con la primacía de lo religioso.
La biblia, como sabemos, contiene abundantes críticas directas a la autoridad temporal y a los errores que se consideran punto menos que inevitables en los jefes de la comunidad. En pocas palabras, el judaísmo profesa el escepticismo respecto de todo poder humano, aunque lo respeta por razones prácticas. Tanto con los reyes judíos como más tarde con el César romano y el zar ruso; los rabinos recomendaban que se orara por este último, porque su sucesor con toda probabilidad sería peor que él.
Otras dos facetas de la relación occidental entre lo religioso y lo político escapan a la percepción Weberiana. La primera refleja en lo esencial la dimensión no calvinista del protestantismo, o bien su efecto ya no liberador ni secularizador, sino despótico y monista. Por su parte, la segunda faceta desconocida de esta relación se refiere al efecto del catolicismo, más específicamente a la lógica estratégica de los grandes aparatos religiosos.
El libre arbitrio sólo sirve en los límites del conformismo general, y quienes los traspasan se excluyen a sí mismos del cuerpo político y social. Más tarde, la democracia estadounidense se construirá también con base en un Credo al mismo tiempo cívico y sagrado que permanece intangible hasta nuestros días. Pero el luterismo, aún con mucho más fuerza, desemboca en la legitimación perversa de la primacía del Estado bajo especies más opresivas, y así revela que es diametralmente opuesto a la imagen del protestantismo liberal y anti-estatal.
La influencia que el catolicismo ha ejercido en las dinámicas políticas occidentales adquiere múltiples formas; las más decisivas no proceden de su enseñanza liberal, opuesta sobre todo al Espíritu de las Luces, al liberalismo y al socialismo, sino a sus intervenciones, por lo general muy anteriores en tanto que Iglesia más que como religión. En otras palabras, la Iglesia católica constituye el ejemplo por excelencia del agente cultural que actúa con el eso de su organización, o como aparato ideológico.
La Iglesia, que pretende debilitar los recuerdos territoriales, reinstala la distinción entre los asuntos de Dios y los del César, o entre lo temporal y lo espiritual. ero, como por ese medio se propone despojar al poder civil de sus ambiciones religiosas, en realidad contribuye de manera capital al nacimiento y a la autonomía del Estado secularizado.
En estas perspectivas, tanto en el área occidental como en los ámbitos ajenos a él, a inclusión de la variable religiosa en definitiva subraya la variedad e imprevisibilidad de sus influencias, la ausencia de modelos globales y, asimismo, la pertinencia de las comparaciones que tienden a dar una explicación amplia mediante la divergencia más que a buscar parecidos superficiales, de la misma manera destaca que lo cultural no es etéreo, ni inaprehensible, ni está situado sólo entre la multitud de valores.

Aspectos no religiosos de la cultura
El elemento religioso tiene cuando mucho una prioridad cronológica parcial, desde luego, muchas veces es difícil señalar la frontera entre el ámbito de la referencia a la divinidad o a lo sobrenatural y otras áreas que por ejemplo se refieren a la justicia o al respeto de la autoridad.
Las necesidades del análisis comparativo obligan a establecer distinciones a este respecto, para no terminar comprobando la interacción de los diferentes órdenes de lo cultural. Sin que se pretenda agotar los señalamientos posibles, el derecho, las formas de relación social, los modos de autoridad en el seno de la familia o de la comunidad, las jerarquías del prestigio o los sistemas de educación adoctrinamiento se incluyen sobre todo entre estos aspectos no religiosos de la normatividad cultural.
En algunas sociedades el ámbito normativo por excelencia del derecho y el ejercicio de la justicia proceden de fuentes más antiguas que las creencias religiosas.Los sistemas jurídicos continentales, que afirman ser herederos del derecho romano, en todo caso restablecieron la distinción desnivelada que éste marcaba entre las reglas de excepción que el Estado se aplicaba a sí mismo y aquellas que reservaba de manera subordinada a las personas privadas. Por lo contrario, la ley común anglosajona nunca ha adoptado esta separación jerarquizada. Por lo demás, en el mundo anglosajón, el enunciado del derecho ha permanecido en gran medida jurisprudencial, mientras que en el continente europeo se transformo en monopolio jurisdiccional del poder central.
De esta manera, el poder judicial ha subsistido como poder realmente independiente en los países de la Common Law, tal vez con más prestigio que el poder ejecutivo, mientras que se ha hecho un mero apéndice del Estado en los países europeos. Por todas estas razones, la idea del Estado de derecho no nace en el universo cultural anglosajón, en lo que respecta a la antinomia de sus dos términos.
Se observan otras configuraciones recíprocas de lo jurídico y lo religioso y de otros vectores culturales. Lo que nos parece corrupción o desviación con frecuencia procede de otra jerarquización legítima de las escalas normativas. Asimismo, la idea de burocracia supuestamente va de la mano con las ideas de racionalidad y legalidad para un europeo, mientras que para un chino concuerda más bien con el concepto de potencia. Esto es, existen valores trascendentales, valores sociales cardinales o contravalores emparentados y, por último, valores instrumentales de tipo legal o reglamentario.
La integración en cascada de estos aspectos no se efectúa de manera tan completa en la mayoría de los otros ámbitos culturales. Por una parte, el sentimiento de culpa no interviene tanto en muchas tradiciones religiosas que interfieren con la ley, y entonces lo que rige las conductas sociales es más bien la vergüenza del deshonor público. Dicho de otra manera, la categoría de los valores sociales cardinales predomina en estas situaciones, anulando los valores legales. Por otra parte, este orden no prohíbe el realismo a partir del momento en que la normatividad legal viene a existir, y en particular se trata de cuestiones secundarias que no pueden poner en duda al honor.
Estos escalamientos que con frecuencia son opuestos, de las categorías normativas, obedecen a la lógica de dos grandes representaciones de las relaciones sociales: una comunitaria u holista, la otra individualista. Parece que el predominio en algunos medios de una identidad social que ante todo descansa en la afirmación del individuo, no constituye necesariamente la característica de la modernidad, mientras que la identidad inscrita en la comunidad no pertenece sólo al orden de la tradición.
Las fronteras de los modelos de obediencia o de oposición se encuentran trastocadas en esta luz, sin que los grandes modelos, holista e individualista, pierdan su validez. Los antagonismos entre las dos representaciones de identidad comunitaria e individualista no son menos frecuentes en el Tercer Mundo. Los análisis de contenido y del efecto de los modelos culturales contemporáneos de la ola inicial de la modernidad política también deben atraer la atención.
Variables económicas
La inclusión de la variable cultural sugiere en general la comprobación de los aspectos específicos de cada ámbito político. Por lo contrario como regla no menos general, la variable económica aparece más bien como el parámetro de sus homologías o de la reproducibilidad de los procesos.
El desarrollo más o menos paralelo del capitalismo industrial y de los gobiernos representativos y de los regímenes democráticos en una fracción de Europa sin duda ha acaparado la atención de los estudiosos, que ahora se han tomado más modestos. El imperioso dominio de la economía política del hambre milenaria se derrumba desde ese momento, al menos en las sociedades materialmente desarrolladas. En pocas palabras, podría establecerse la hipótesis de que la rareza rebaja a lo político a la categoría de mecanismo para la captación de productos que se disputan en un juego que finalmente resulta nulo, mientras que la abundancia relativa hace al ejercicio del poder menos dependiente de la rigidez de un modo de producción.
La economía política del hambre milenaria
Una de las cosas que caben resaltar es que hasta el momento en que la revolución tecnológica y comercial de la agricultura permitió a algunos países occidentales alimentar convenientemente a sus poblaciones, la falta de "subsistencias" condicionó por doquier la existencia de los hombres y de las sociedades. En particular, dictó la disposición inequitativa de las jerarquías sociales y políticas, al mismo tiempo que marcó el compás de las protestas populares contra estas jerarquías y contra el acaparamiento económico al que procedían. Aún en nuestros días, esta fatalidad material pesa en la política en los países del Tercer Mundo o de la Europa comunista que no lograron superarla.
Entre los aztecas, los sacrificios humanos en última instancia se deben a la necesidad de obtener comestibles en un medio árido en el cual la ganadería es casi desconocida. Desde ese momento, el consumo de carne humana se hace exclusivo de los sacerdotes y guerreros nobles, únicos que pueden disfrutar de una alimentación que supuestamente les proporciona la superioridad física sobre los demás hombres. El acceso a la vez tangible y simbólico a este consumo indica la categoría social y determina los canales de promoción hacia la aristocracia y el poder. La captura de prisioneros dedicados al sacrificio constituye la condición del ennoblecimiento y, por supuesto, los proveedores de antropofagia son admitidos al festín de los dominantes y se incluyen en su mismo nivel.
Este ejemplo extremo representa el Idea realizado del determinismo inevitable de las tensiones materiales en las sociedades de miseria tradicional. En ese medio, la religión, las normas éticas, la estratificación social y, por último, las formas de gobierno, sólo corresponder de una manera ingeniosamente sublimada a un contexto inevitable de precariedad agroalimentaria permanente. Cuando mucho, este determinismo se suaviza en proporción de la mayor complejidad de las élites, de la resistencia de los productores y del nivel tecnológico en el terreno considerado.
El proteccionismo agrícola establecido por las Corn Laws garantizaba la prosperidad del grupo selecto de los terratenientes tradicionales al mismo tiempo que mantenía la carestía del pan y la subalimentación del pueblo. Sin embargo, ese sistema generador de miseria era menos tolerado cada vez, aunque la gente humilde culpara a otros males, no a la tarifa aduanal, y de 1837 a 1848 se adhiriera en masa al Movimiento Cartista, la clase política británica concibe la utilización del recurso económico para fines políticos, como derivado de la presión de las masas que aspiran al sufragio universal. De la noche a la mañana, los productos básicos están al alcance de los hombres, que casi de inmediato olvidan el ideal nivelador del cartismo.
Efecto de las revoluciones agrícola e industrial
Desde luego, hay que ponerse de acuerdo acerca del nivel en que lo económico determina a lo político. En un plano muy general, éste es casi total en las sociedades de la miseria. Lo político se circunscribe ahora más a los regímenes de gobierno en el sentido casi técnico de la expresión.
Aunque la perspectiva marxista sirve poca para el análisis comparativo: se centra en las nuevas relaciones de clase inducidas por este trastorno económico y resulta genérica, es decir, no comparatista, la hegemonía política tiende a caer en los grupos sociales independientes o, al contrario, en los actores estatales que llegan a encargarse de la comercialización de este exceso y a disponer de los recursos materiales requeridos para el ejercicio de supremacía.
Algo que cabe resaltar es que ell paradigma de la economía mundial viene a precisar de manera complementaria el efecto político desarrollo capitalista inicial. La manera moderna de la economía mundial capitalista instaura modos de dominio y de ejercicio de la fuerza que se toman indirectos porque se fundan en la superioridad económica de los países del centro en relación con lo de la periferia y ya no en el uso primordial de la fuerza militar. En suma, estimula la decadencia de la autoridad en los países del centro y el desarrollo en los países con gobiernos liberales y representativos, mientras que favorece la disolución total de los gobiernos rastreros y casi vasallos en los de la periferia. En general, sus gobiernos voluntaristas adoptan la forma autoritaria.
En cuanto a lo que se refiere a la "modernización autoritaria conservadora" modifica el equilibrio de los grupos dominantes al debilitar a las élites tradicionales frente a las élites nuevas más abiertas políticamente. De la misma manera, la mayoría de la población expresa aspiraciones más cualitativas a partir del momento en que sus necesidades materiales se satisfacen mejor.

Variables políticas de lo político
En el momento en el que aquí se habla de variables políticas de lo político se desea subrayar que las categorías de la cultura y de la economía no son las únicas codeterminantes de los ordenamientos políticos y que, además, existe una influencia recíproca con éstos.
Se impone la evidencia de que los niveles de lo político son muy variados e interfieren entre sí de manera independiente, ya sea en función de la anterioridad de algunos, ya sea debido a que sus diferentes lógicas se refuerzan o se contradicen según las circunstancias. Por lo demás, otras variables se deben a lo que podría llamarse el tiempo mundial, ya que en cada época aparecen correspondencias políticas características. En pocas palabras, la voluntad política puede constituir una variable independiente.

Limitación de espacio
Los núcleos políticos en vía de unificación, ya sea que gocen o no de protección insular en sentido real o figurado, al mismo tiempo sufren las limitaciones de su dimensión inicial. De manera general, los "constructores estatales" pueden edificar una base de fuerza más coherente cuando saben o pueden limitar sus ambiciones territoriales al principio. Asimismo, tienen la posibilidad de aplicar menos coacciones internas y de establecer relaciones más armoniosas con sus súbditos.
En cambio, quienes de entrada prefieren controlar un territorio amplio o se ven forzados a aplicar un despotismo y una deducción fiscal y humana mayores sobre la población sometida. Es importante que se pueda observar y tomar en cuenta el ambiente internacional de cada país.

Tiempo Mundial
Es importante tener claro el concepto de ambiente ya que puede interpretarse de otra manera respecto de la dimensión cronológica de las lógicas geopolíticas o el "tiempo mundial". Laïdi observa que existen articulaciones temporales sucesivas de una especie de mercado ideológico mundial, en función de las cuales los cambios revolucionarios se concentran en determinados períodos, mientras que otros se caracterizan por su estabilidad.
Las fases de autoritarismo y democracia relativa se suceden de manera tan regular, incluso en el mundo occidental, que podría hacerse la hipótesis de una alternancia cíclica de tiempos de cierre y apertura políticos. Este mecanismo también interviene en el terreno de las relaciones internacionales o del ejercicio de la fuerza.
Las variables de acción
Por último, falta volver a hablar de la última de las grandes variables que permiten la comparación política: la de lo propiamente político. los principales elementos culturales, materiales y productivos, espaciales o temporales que orientan la dinámica del poder y de su impugnación siguen regidos por dos intervenciones estrictamente políticas: por una parte, la que se debe a la adquisición histórica o institucional anterior; por la otra, la que se debe a la acción personal o colectiva de los gobernantes o de los agentes políticos en general. Por fuerza, la configuración inicial de un poder, territorializado o no, y más o menos centralizado o penetrante, influye en la forma en que adquiere después como Estado o sistema de dominio. Esta secuencia de la estatización determina el cuadro territorial, administrativo, humano e incluso mental de las posteriores secuencias de formación de los grupos dirigentes.

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